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Las aves anidaban en sus ramas
    y bajo su sombra parían los animales salvajes.
Todas las grandes naciones del mundo
    vivían bajo su sombra.
Era fuerte y hermoso,
    con ramas que se extendían ampliamente
porque sus raíces llegaban a lo profundo,
    donde había agua en abundancia.
Ningún otro cedro del jardín de Dios
    podía hacerle competencia.
Ningún ciprés tenía ramas como las suyas;
    ningún plátano oriental tenía ramas comparables.
Ningún árbol del jardín de Dios
    tenía una belleza parecida.

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